El tiempo lineal en Agustín de Hipona
San Agustín y el tiempo: entre el alma y la eternidad

La esperanza y el futuro en la visión cristiana
La primera parte de este artículo la puedes leer aquí.
Para San Agustín, solo el modelo lineal y progresivo del tiempo puede fundamentar la esperanza, ya que tanto ésta como la fe, se remiten a un futuro y este futuro no existiría si los tiempos pasados fueran meras etapas de un ciclo. Para él, la paradoja (de un tiempo que es “un fue que ya no es” un “ahora que no es” y un “será que aún no es”) desaparece cuando, en lugar de querer entender el tiempo como algo externo, lo situamos en el alma. Presente, pasado y futuro están en el alma como visión o atención, memoria y expectación o espera.
El tiempo en el alma
Así, el tiempo es una distentio-intentio animi. El tiempo es:
-Una distentio animi en el pasado, presente y futuro.
-Una intentio hacia la eternidad.
Tres historias en una sola Historia
Según este modelo de San Agustín, la Historia implica en realidad, un entrecruzarse de varias historias:
1º- La Historia de la Ciudad de Dios, del progresivo formarse de esa Humanidad Redimida que constituye la meta última y definitiva del acontecer.
2º- Como reverso de la anterior, La Historia del Pecado, del desgarramiento de la libertad cuando se aparta a Dios y rechaza su llamada.
3º- Historia de los diversos Reinos y Ciudades de la Tierra.
Las dos primeras historias son místicas, trascendentes y se manifiestan en la realidad concreta de una manera que cabe detectar su presencia pero, solo Dios, conoce con claridad sus contornos y el hombre debe esperar al momento definitivo, al Juicio Final, para poder percibirlos, captarlos con total exactitud.
La tercera historia, en cambio, es susceptible de ser estudiada y analizada por el hombre que puede, en consecuencia, fijar sus contornos, trazar sus líneas de desarrollo y, al menos en cierto grado, precisar sus leyes.
Una sola vida, un solo destino
En conclusión, la Historia culminará cuando se haya completado la edificación de la Ciudad de Dios, es decir, cuando se haya realizado esa Humanidad Plena que constituía, desde el principio, la finalidad a la que orientaba todas las cosas el designio de Dios, desembocando en la Eternidad.
En esta concepción lineal de la Historia, la libertad del hombre está limitada. El hombre no es libre de hacer de la Historia lo que quiera, no le queda otro remedio que aceptar la revelación que le es hecha por Dios.

