San Juan Pablo II, 22 de octubre

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Juan Pablo II, peregrino en Santiago de Compostela

Un mensaje de esperanza

La historia corre tan rápido que a veces se olvida de grandes sucesos que pronto pasan a segundo plano.

Cuando  Juan Pablo II subió al balcón de la Plaza de San Pedro, pronunció una frase que resonó en el corazón del catolicismo mundial. Esa frase no solo impactó a los cristianos, sino también a muchas personas de buena voluntad en todo el mundo.

Legado de servicio y fe

Durante los veintisiete años de su pontificado, Juan Pablo II dejó una huella vasta y profunda. Sus escritos, viajes, relaciones interconfesionales y numerosas iniciativas reflejaron el compromiso de un líder espiritual dedicado a la humanidad. Entre todos estos aportes, se puede resaltar su mensaje de esperanza y valentía.

Un encuentro inolvidable en Santiago de Compostela

La experiencia directa con Juan Pablo II dejó marcas profundas en aquellos que tuvieron el privilegio de encontrarse con él.
En 1989, tuve la oportunidad de verlo, tocarlo y caminar con él los últimos metros hacia la Catedral de Santiago de Compostela. Al día siguiente, en el Monte del Gozo, un mar de quinientos mil jóvenes se reunió para escuchar su palabra. Fue allí, en ese lugar lleno de vida y esperanza, donde repartí por primera vez la Comunión, un acto que reafirmó mi vocación sacerdotal.

Recordé entonces las palabras que Juan Pablo II pronunció en su primer discurso como Papa, al subir al balcón de San Pedro tras ser elegido, que habían penetrado en el corazón de muchos, incluido el mío.

¡No tengáis miedo!

No era una frase nueva, era una de las palabras que Jesús resucitado pronunció en sus apariciones: «¡No tengáis miedo!». Estas palabras, que aún hoy deben resonar en nuestros corazones, fueron también las que vinieron a mi mente al ver la bala incrustada en la corona de la Señora de Fátima, la misma que estuvo alojada en el cuerpo del Papa tras el atentado del 13 de mayo de 1981. En ese momento, cuando las balas del terrorista volaron hacia él, los corazones clamaban el mismo mensaje: ¡No tengáis miedo!

Un Papa de misericordia

Entre sus muchas contribuciones, Juan Pablo II fue quien instauró la celebración de la Fiesta de la Divina Misericordia, un día especial en la liturgia que se celebra el segundo domingo de Pascua. Su legado sigue vivo, y no cabe duda de que este hombre, que vino de Polonia a Roma, marcó con sus pisadas una parte crucial de la historia de Occidente.

Estas son solo unas breves pinceladas personales de un Papa que dejó una huella profunda en el alma de muchos.

Oración

Oh Dios que nos diste la inteligencia y la voluntad para llevar una vida feliz y plena; haz que, imitando el ejemplo de Juan Pablo II,  seamos capaces de vencer cualquier miedo que nos impida llevar esa vida plena y feliz que todos anhelamos. Amén

Gumersindo Meiriño Fernández

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