Al ángel custodio
Y la abuela aquietaba
con sus manos de seda y una voz en susurros
el miedo a las brujas de los libros de cuentos que en la noche, despierta, a la niña tenía.
Le decía muy quedo
«Si en el silencio nocturno escuchas palabras
como música suave descendiendo del cielo
y una pureza infinita te rodea y circunda,
no temas, mi niña.
Es un querubín de seis alas o un arcángel celeste
que al llegar a este mundo el buen Dios te asignara.
Cada niño recibe ese ángel custodio
para guiarlo por anchos senderos o angostos caminos
que a su vez se bifurcan
hacia estrellas de oro o barrancos oscuros.
Que si plumas hallaras en el hierba dormida
o hueles a rosas, a jazmines o lirios,
es el ángel de la guarda que camina contigo
para que llegues a destino seguro.
Y si una lluvia de brillos, fuegos de artificio,
te despierta de noche o encandila de día,
es tu genio, tu numen, que te llama, mi niña.
Aquieta entonces la mente, aguza el oído, detén el paso
y no desoigas el sabio consejo ni la voz del amigo.
Ellos son mensajeros del Creador Absoluto.
Son la huestes angélicas que contemplan Su Rostro.
Nunca pienses que sola estarás en el mundo…
ni que clamas de balde por ayuda divina.
Ese Ángel Custodio estará a tu lado en sueño o vigilia.
Ese ser luminoso, esas alas que amparan
estarán presentes mientras vivas
y más allá todavía,
porque en las regiones celestes se fundirá contigo
y los dos serán…serán…otro Ángel en la Casa Divina.
Por eso, no dudes mi niña, llámalo,
cuando sientas que las sombras te cercan ó las dudas te angustian
o que en fría neblina el calor se trocara:
hinca la rodilla, inclina la frente y
con las manos unidas…llámalo.
Llámalo…y en tu interior renacerá la Paz.
Colaboración de Nidia De Faifer / mayo 2021
Imagen de Susan Cipriano en Pixabay
Escúchalo en voz de la autora
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