Espiritualidad, niñez y educación
|Para empezar definiremos: Espiritualidad, según el autor Pietro Grieco.
La espiritualidad es la expresión de la esencia del ser. Esta esencia es la sustancia de la vida y se manifiesta en energía, cualidades y valores. Valores como la dignidad, la verdad, el coraje, la justicia, y la paz. Energía como fortaleza vital, mental, física, dinámica, equilibrio y dominio propio. Cualidades como la belleza, la bondad, la honradez, y la compasión.
Cuando hablamos de niñez, según UNICEF define a la infancia mucho más que el tiempo que transcurre entre el nacimiento y la edad adulta, se refiere al estado y la condición de la vida de un niño: a la calidad de esos años.
Y por último podemos definir Educación según PAULO FREIRE. Sostiene que “la educación verdadera es praxis, reflexión y acción del hombre sobre el mundo para transformarlo”. La educación tiene en el hombre y el mundo los elementos bases del sustento de su concepción.
Ahora, en estos tiempos es necesario replantearnos que concepción de niño manejamos para poder discernir que entendemos por educación basados en un trasfondo espiritual, a lo que nos resuena en la cabeza como idea principal de algo que tenemos que cambiar.
Como educadora de la infancia me refiero a la necesidad del hombre de hoy de fijar la mirada en ese niño abatido por el estrés que implica a esta sociedad consumista.
Los padres unidos en el materialismo se enfatizan en el “QUE” sin aludir al “PARA QUE”, teniendo en cuenta que para el adulto es más importante el último celular con la mejor cámara para sacar fotos a su hijo y no el tiempo que le dedicamos en su evolución como “SER”.
A que me refiero con toda esta ensalada de palabras. Que para traer a un niño al mundo es necesario aun cuando seamos adultos procreadores fortalecernos desde el alma, aquello que sin importar de donde viene nos hace vibrar en armonía celestial. Es conocer a DIOS.
Conocer a Dios me lleva a ser libre por ende me explico. Que yo como Padre debo ser feliz, alimentado en el espíritu y conocedor de una paz rotunda, como diría una hermana sabia María Benetti, a través de la meditación y la oración.
Pudiendo también desde el jardín iniciar el momento de la calma ya que ellos mismos después de actividades como estar en el patio jugar correr etc… te piden: −“!Seño volvemos a la paz!”.
Lucía Carnevali