Introducción
La vida nos enfrenta a momentos de profundo dolor y pérdida, que nos invitan a reflexionar sobre su significado. La reciente partida de mi sobrina Almudena nos ha llevado a explorar el valor de la muerte como una escuela de vida, donde cada despedida se convierte en una lección de humildad, amor y compasión. A través de las enseñanzas del budismo y el cristianismo, descubramos cómo la aceptación de la muerte puede transformarnos y guiarnos hacia una existencia más plena y significativa.
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A nivel Personal
Queridos amigos:
Mi sobrina Almudena Alonso acaba de fallecer a la edad de 47 años tras una larga enfermedad. Sus padres (mi cuñada Supe y mi hermano Pedro) están (estamos) sumidos en el dolor, así como sus hermanos y demás familia, como podéis imaginar. La Sangha de Jamyang Yoga hemos realizado las prácticas de Phowa por Almudena que junto a las oraciones han sido un apoyo y consuelo enorme para ella y la familia.
Tras la unción y la recitación silenciosa de las oraciones frente al cuerpo yaciente de Almudena volví a revivir otros momentos de acompañamientos de amigos, alumnos y familiares a los que tuve la oportunidad de asistir en el último día de sus vidas a lo largo de estos años. Sí, es muy doloroso e intenso cada acompañamiento final, pero hondamente transformador.
La muerte es una escuela de vida
La muerte es una escuela de Vida. Yo diría que es un antídoto contra la soberbia y nos enseña que la humildad es el camino de la Vida, que cada minuto es una joya preciosa que hay que cuidar y que cada día es una inversión que debemos hacer para sanar nuestras heridas y ayudar a los demás a que sanen las suyas, para poder ver más allá de la oscuridad y más allá de la muerte con ojos nuevos y un corazón más abierto y compasivo. No perdamos el tiempo en responder a insultos, a mensajes de miedo o a críticas perversas, pues todo eso surge en las personas cuando se han desconectado del Ser. Cada persona es única… y a la vez una con cada uno de nosotros y la muerte nos iguala, nos hace Uno en la Luz.
Pero no voy a hablar de Dios, cielos o “infiernos”. Voy a apelar a nuestra madurez humana para “vivir en la vida la realidad de la muerte”. No penséis que es una práctica sádica que sirve para alimentar un sentimiento morboso; nada más lejos de la realidad. Es una forma sencilla y sana de higiene mental y espiritual, de permitir que todos nuestros actos estén llenos de plenitud, de sentido y de conciencia. Eso se puede conseguir si en lugar de huir de la muerte nos enfrentamos a ella como lo que es: parte de la vida que puede incluso potenciar nuestra capacidad para disfrutar de cada uno de nuestros actos.
Cada persona es libre de seguir manteniendo su fe: creyente o ateo, agnóstico o “disidente teológico”.
Soy sacerdote, además de maestro de yoga tibetano y filosofía budista; mis “creencias”, examinadas a la luz de la conciencia, mantienen para mí coherencia entre ellas sin fisuras. Pero lo que es válido para mí no tiene por qué serlo para los demás. Por eso intentaré ir más allá de mi fe para abrir la mente sin prejuicios en un salto reflexivo.
La muerte en el Budismo
El budismo nos enseña que todo es “impermanente” y que está sometido al cambio. Nada permanece aquí para siempre. Todo fluye a cada instante en un cambio irrefrenable. No me voy a centrar en los estados intermedios o “bardos” y de los rituales funerarios budistas. Nos vamos a centrar en la importancia de la meditación sobre la “impermanencia” y de llevar en esta vida un código ético para “desapegarnos” y dejar de mirar exclusivamente nuestro ombligo, para abrir los ojos y las puertas de la compasión a los demás y a la naturaleza. De esta forma nuestra vida adquiere otro sentido y la empezaremos a vivir más plenamente, despareciendo así poco a poco la “náusea del vacío existencial” y el miedo visceral al fin de nuestra vida, porque el miedo nace y se alimenta de los apegos egoístas.
Debemos aprender a “sentir” la muerte de los demás, aunque no los conozcamos, para enviar nuestra compasión hacia esos seres en una íntima y trascendente oración personal. Debemos sensibilizarnos con el dolor de la Humanidad, de toda la Humanidad y de todos los seres sintientes, para incrementar la compasión y la benevolencia, que serán antídotos eficaces contra el terror a morir.
La muerte en el Cristianismo
«Porque la intención de la carne es muerte; mas la intención del espíritu, vida y paz» (Romanos8:6). El Espíritu clama a la vida, pero el cuerpo mira hacia la muerte. Para ver el Ser real inmortal que habita en nosotros debemos empezar en vida a mirar más allá de la materia y de la carne, desprovistos del ego que oculta nuestra naturaleza divina. Cristo lo dejó muy claro. Y lo manifestó no sólo apelando a la fe sino al acto sublime del amor compasivo y universal: «Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, está en muerte» (1 Juan 3:14). La muerte nos lleva al Padre y nos hace Uno con Él… y a todos en Uno. Es la esencia última del tránsito en este valle de lágrimas. Somos un difuso y lejano reflejo de la plenitud final que nos espera si sabemos vivir la vida con fe, amor y humildad.
Gracias a todos los que por WhatsApp habéis enviado vuestro apoyo e intensos mensajes.
«Aprende a vivir y sabrás morir bien», Confucio.
Imagen de Tumisu en Pixabay***
Conclusión
Al final, la muerte nos recuerda que somos parte de un todo más grande, donde la compasión y la conexión con los demás son esenciales. Al aprender a vivir con la realidad de la muerte, encontramos un camino hacia la sanación y el crecimiento personal. Que cada pérdida nos impulse a valorar cada instante, a amar sin reservas y a vivir con la conciencia de que cada día es una oportunidad para crecer y compartir luz en el mundo.
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Sobre el Autor
Javier Akerman
P. Francisco Javier Akerman-Alonso
Presbítero anglicano, licenciado en psicología y maestro de yoga tibetano y meditación.
Profesor titular de Religiones Orientales, Psicología Pastoral y Fenomenología de la Religión en el “Centro de Estudios Anglicanos” (Iglesia Española Reformada Episcopal – Comunión Anglicana.
Autor de varios libros: Cocina para sanar emociones; 101 Remedios naturales infalibles, Sexo ¡Naturalmente!; 101 perlas budistas y cristianas.