Momo y el arte de saber escuchar

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En el pueblo todo es prisa, negocio, trabajo, estrés. La gente pasa caminando siempre a alta velocidad sin apenas tiempo para nada. La frase mas repetida es “no tengo tiempo”. En este ambiente hay choques, problemas, dificultades. Y poco a poco se impone una vida miserable y la pérdida del cariño y de las amistades

Sin embargo, la mayoría ha encontrado la válvula de escape dónde encontrar una salida a las encrucijadas de la vida. La salida se llama Momo. Momo es una niña huérfana.

Vive en un anfiteatro y tiene un don muy especial: sabe escuchar. Muchas personas van a visitarla y le cuentan sus problemas, sintiéndose después mejor. También van niños a jugar con ella y tiene muchos amigos. Momo no suele dar grandes consejos. Tiene las orejas muy grandes y unas ropas medio harapientas pero limpias. Lo mejor que hace es escuchar. Todo tipo de personas la van a visitar al anfiteatro y ella escucha. Les escucha con atención, les hace caso, les dedica tiempo. Pone todo su corazón en lo que le cuentan. Sufre, llora y se alegra con cada uno. Habla poco. Pero las personas se sienten bien, cuentan todo lo que les pasa y cuando regresan van contentas. Después de estar con Momo las dificultades se han evaporado, se han esfumado, regresan ligeros a sus casas.

Entre los amigos que mejor entienden a Momo está Beppo el barrendero. Muchos personajes pasan ante nuestra mente sin darnos cuenta. Sólo algunos dejan huellas imborrables. De estos personajes que recuerdo con ternura y quedaron grabados estos dos: Momo y Beppo

Así describe Ende a Beppo: “Algunos opinaban que a Beppo Barrendero le faltaba algún tornillo. Lo decían porque ante las preguntas se limitaba a sonreír amablemente y no contestaba. Pensaba. Y cuando creía que una respuesta era innecesaria, se callaba. Pero cuando la creía necesaria, pensaba sobre ella. A veces tardaba dos horas en contestar, pero otras tardaba todo un día. Mientras tanto, el otro, claro está, había olvidado qué había preguntado, por lo que la respuesta de Beppo le sorprendía.
Sólo Momo sabía esperar tanto y entendía lo que decía. Sabía que se tomaba su tiempo para no decir nunca nada que no fuera verdad. Pues en su opinión, todas las desgracias del mundo nacían de las muchas mentiras, las dichas a propósito, pero también las involuntarias, causadas por la prisa o la imprecisión”.

Yo le digo sinceramente que con dos personas como Momo y Beppo, el mundo cambiaría. Si tuviéramos orejas como Momo para escuchar (tenemos dos orejas y una sola boca, ¿por qué utilizamos tanto la lengua y tan poco los oídos?) y la paciencia para responder de Beppo la situación de nuestra vida cambiaría.

Recomendación: escuchar como Momo y responder como Beppo.

Gumersindo Meiriño Fernández

Imagen de Robin Higgins en Pixabay

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Momo

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