Pensar con las rodillas (Parte 2)

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pensar-con-las-rodillas-2En la primer parte del relato, comencé contándote como había elegido la enfermedad como un camino de aprendizaje mi alma que operaba desde la niñez a nivel inconsciente; en ésta segunda parte surge mi despertar y mi cambio.

Hace 3 meses llegó mi momento EUREKA! que considero estar recorriéndolo aún. Comenzó con una pequeña molestia en la rodilla derecha, en su recorrido sugirió a la izquierda sumarse a la causa, y ahí estaba yo, con las piernas endurecidas y un inesperado desgarro de menisco. Mi frustración creció a la par del diagnóstico, y el dolor físico fue tan contundente que no quedó más remedio que mirarme con una lupa metafórica para entender que me pasaba. Intenté hacerlo con el mayor amor posible, tratándome con suavidad sin ser tan dura conmigo ésta vez.

Comprendí que no podía pretender sanarme sin antes mirar que conductas y actitudes necesitaban ser mutadas. Implicaba hacerme responsable por todos estos cuadros que padecía, que a su vez, me condujeron a deducir que todo aquello que pensaba, guardaba estrecha relación con lo que enfermaba. Este diagnóstico fué y sigue siendo una bendición disfrazada; la sabiduría de mi alma me permitió reconocerlo como tal. Mi cuerpo sirvió como instrumento para que desarrollara una conciencia superior respecto de cómo siento y pienso acerca de mí misma. Fue útil hacer brillar luz donde era necesaria la sanación para mí.

Las rodillas afectadas lo reflejaban todo como un espejo; el modo en como mis pensamientos y sentimientos creaban mi realidad de aquél momento.

La sanación requiere cambios internos y externos. Para sanar algo emocional, físico o espiritual hay que cambiar. A los humanos no nos gusta y para sanar hay que hacerlo. Al menos en mi experiencia personal no conozco otro camino.

Para muchas personas, la enfermedad provee una suerte de seguridad a nivel físico en el que se permite reducir la velocidad en la cual las vidas van moviéndose o cambiando. Ella en su forma más seductora, ofrece la garantía temporal de no tener que confrontar asuntos internos que se cargan aún sin resolver o que no se quieren modificar. Esto también pude descubrirlo en mí, mis rodillas reflejaban varios asuntos:haber andado por caminos que no eran propicios para mi, mi inflexibilidad ante situaciones en las que no podía fluir ni aceptar, mi orgullo por no saber pedir ayuda y el temor de avanzar hacia adelante responsabilizándome por mi toma de decisiones.

De un tiempo a ésta parte, me sucede que cuando escucho conversaciones sobre enfermedades de otras personas y aparecen frases, tales como “Sólo Dios sabe porque” o “es la voluntad de Dios” me entran dudas. Porque el Dios que conozco, es sólo perfección, belleza, armonía y salud; sólo depende de nosotros buscar ese camino y una vez encontrado dejarnos guiar con humildad y sin temor. Todos tenemos el poder de sanar por medio del amor que se manifiesta en nuestra fuerza de voluntad; que es la fuerza misma del alma y de la chispa de Dios que todos llevamos dentro.

El amor a nosotros mismos despierta cuando dejamos de pensar que somos personalidades limitadas y defectuosas, y en lugar de eso recordamos que somos seres transcendentes, abundantes e inmensos. Reconocer esta luz interior nos habilita a cambiar los patrones de pensamiento y, por extensión, la salud física.

Cuando te hayas dado el permiso para lograrlo y no sepas por dónde empezar, hablále con la fuerza de la fé y de tu corazón al Arcángel San Rafael, más conocido como la medicina de Dios, o al mismísimo Jesús para que te conduzcan, colocando frente a tus ojos todo aquello que necesites ver y resolver para mejorar.

Te dejo una oracion muy útil: Querido Jesús, gracias por reemplazar mis miedos por fé, ayudándome a sentir confianza, optimismo y esperanza. Me relajo al saber que me amas y cuidas mi salud y que me estas acompañando y guiando. Amén. (Doreen Virtue, canal de ángeles)

María José Lencina Artigas

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